CUIDA TU HÍGADO


El estudio del hígado y de las vías biliares, así como de las enfermedades que pueden tener lugar en este conjunto anatomofisiológico, merecen un interés especial cuando se abordan desde un punto de vista naturista, ya que desde este concepto de entender como tienen lugar las cosas en nuestro cuerpo y por qué enfermamos, el correcto funcionamiento del hígado es fundamental para despertar esa Vis Medicatrix Naturae, de la que hablaba Hipócrates, es decir nuestra propia fuerza vital capaz de reordenar y corregir las alteraciones que tienen lugar en nuestro organismo que nos conducen a la enfermedad. 

Desde un punto de vista higienista, la principal causa estriba en que nuestras células viven en un medio totalmente contaminado por la presencia de residuos celulares, restos de nutrientes no aprovechados, sustancias químicas procedentes de la alimentación o del aire inspirado, radicales libres, etc, y son éstos los que a veces atenazan a nuestro organismo, impidiendo que tenga capacidad para defenderse, pudiendo sobrevenir consecuentemente cualquier alteración mórbida. En estas situaciones el hígado es el principal órgano capaz de ofrecer una respuesta, en el sentido de mejorar nuestro medio interno, para que sean nuestras defensas las que nos saquen del proceso mórbido en el que nos hallamos inmersos, actuando como un excelente depurador sanguíneo como si de un gran filtro se tratara y eliminando toxinas y radicales libres a través de sus sistemas enzimáticos antioxidantes.



En la era de la Medicina basada en la genética, es cierto que no dudamos de sus postulados en los que se nos demuestra que etiológicamente muchas enfermedades se deben a la presencia de determinados genes o alteraciones cromosómicas, pero también conocemos que lo que marcan nuestros genes no tiene por qué indefectiblemente manifestarse de una forma determinada, y en este sentido podemos retrasar la aparición de una enfermedad aunque ésta esté codificada genéticamente o incluso evitar que aparezca. En el peor de los casos, siempre podremos intentar que ésta enfermedad tenga un curso más favorable mediante esas depuraciones con las que se consigue mejorar nuestro medio interno y despertar nuestra propia capacidad autocurativa, actuando siempre como uno de los órganos diana, sobre el hígado.

Sin embargo, a veces, cuando intentamos poner en marcha estos mecanismos ya es tarde y a pesar de obtener mejorías en cualquier enfermedad, éstas necesitan de un tratamiento específico para cada órgano y para cada dolencia. Es por ello, que también debemos enfrentarnos a tratamientos menos etiológicos y a veces más enfocados a las secuelas y síntomas, que presenta ese órgano enfermo. El hígado no es ninguna excepción y puede enfermar como cualquier otro órgano.

El hígado es la víscera de mayor tamaño del organismo y su peso en el individuo adulto es de unos 1’5 Kg. Ocupa una posición fisiológica fundamental, pues se halla interpuesto entre la corriente sanguínea que proviene del intestino actuando como un filtro y el resto del organismo.
Cumple numerosas funciones y de hecho se le considera como el “ gran laboratorio” o la “cocina” de nuestro cuerpo, ya que se encarga de eliminar la bilirrubina, metabolizar los aminoácidos procedentes de la absorción intestinal y formar nuevas proteínas, interviene en el metabolismo de los hidratos de carbono almacenando glucosa en forma de glucógeno (glucogenogénesis), forma este azúcar cuando nuestro organismo no dispone de él a partir de aminoácidos y grasas (neoglucogenogénesis), puede liberar la glucosa almacenada en el hígado al torrente sanguíneo cuando se necesita (glucogenolisis) y trasformar ésta en ácido pirúvico (glucolisis) para la obtención de energía por parte de la célula, sintetiza ácidos grasos y colesterol, interviene en la formación de sales biliares para solubilizar las grasas en el intestino y favorecer su absorción y metaboliza los medicamentos.


Comentarios